Que nadie
borre vuestras sonrisas,
que nadie
trunque vuestros anhelos,
que nadie
cambie vuestra
perspectiva,...

que nadie
pretenda que seais como
ellos.


lunes, 13 de octubre de 2008

Realidad-visión/Ficción-pensamiento


Como ya explicaba Buda, cuando concentramos nuestra atención en un hecho o un objeto, éstos se hacen reales para nosotros, y no sólo eso, adquieren un particular relieve, los vemos, nítidamente, en toda su singularidad y su belleza, los saboreamos, los disfrutamos,... Si nos detenemos a observar, a vivir conscientemente cada instante, cada segundo, cada persona, cada objeto, cada situacion de nuestra vida, podremos decir que hemos vivido realmente, que no hemos sido meros fantasmas cruzando por la vida sin dejar huella alguna.

Cuando dirigimos nuestra atención al mundo que nos roda, descubrimos que este tiene un sinfín de maravillas en las que nunca habíamos reparado, absortos en sabe Dios qué pensamientos, normalmente autodestructivos (que si tengo problemas con mi pareja, que la hipoteca, el coche, el niño, el trabajo, la suegra, el jefe, el dinero, la familia, y un largo etc.). Así se nos pasa la vida, pensando más de lo que deberíamos pensar, yendo siempre más allá, pensando en el futuro, en el qué pasara, en el ¿y si...?, y dejamos pasar el presente, el hoy y el ahora, esos momentos especiales, la sonrisa de un niño, una caricia delicada en los labios, la brisa del viento, el rugir de las olas,... Momentos únicos e irrepetibles que no vuelven. Las situaciones pueden ser parecidas pero no iguales, cada instante es irrepetible, por las condiciones, por los años que tengamos, por la compañía, por el estado de ánimo,...

Una vez escuché: mucha gente deja pasar las pequeñas alegrías esperando la gran felicidad, y esta última no existe, existe hoy y ahora, el presente, el ya, este es para mi el secreto de la gran felicidad. Debemos aprehender a ver el lado bueno de las cosas malas o que menos nos gustan, extraer una conclusión y no volver atrás, que nos sirva de aprendizaje, de sendero para seguir adelante, no para que se convierta en una pesada losa a lo largo del camino.

Si nos dejamos llevar por la corriente del río no apreciaremos el paisaje, iremos demasiado rápido y todo pasará por delante de nosotros sin que nos hayamos enterado. Salgamos de esa corriente y observemos, desde la orilla, con calma el paisaje.

Según una antigua paradoja de Zenón de Elea, si el tiempo corre no existe, porque el instante, si no se puede detener, no es; apenas se inicia, ya ha terminado.