Y cuando, dulce, hayas vuelto al hogar
te besaré en tu rincón preferido,
sin que me escuches siquiera un gemido.
Y volverá mi garganta a cantar.
Comenzaré nuevamente a abonar
el campo yermo dejado en olvido,
y ese jardín por los dos tan querido,
empezaré otra vez a cuidar.
¡No volverás ya jamás a marcharte
por los caminos y sendas torcidas
para buscar horizontes lejanos,
pues estaré junto a tí para amarte
con las caricias que huyeron, perdidas,
que encontrarás nuevamente en mis manos!
Antonio Pardal Rivas